En el año 1956 un grupo de damas preocupadas por la ayuda que necesitaban los pacientes de escasos recursos, decidieron agruparse. Se formaliza ante Notario como asociación civil no lucrativa, el 14 de junio de 1999, con la finalidad de apoyar a los pacientes más desprotegidos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en todo lo que fuera posible.
Su misión es recaudar fondos a través de donativos en especie o efectivo, para ayudar a los pacientes con medicamentos o pago de tratamientos.
Su visión es lograr mayor cobertura de pacientes y tratamientos en las diversas especialidades de nuestro Instituto.
La generación de recursos se efectúa organizando diversos eventos en el transcurso del año para recaudar fondos, como ejemplo de ello: día del niño, 10 de mayo, día del Padre, Navidad, etc. Además en la tienda que se tiene en el Instituto, se realiza venta directa de muchos artículos los días martes y jueves.
La comunicación constante con nuestros donantes es importante, razón por la cual cada 6 meses se agradece a los donantes que participan en nuestra labor. Por medio de Cartas, el Voluntariado les da a conocer a los donantes, el avance de los apoyos que proporcionaron en el transcurso del año; y al finalizar el año se les envía una tarjeta de Navidad en donde nuestros pacientes manifiestan su gratitud y solicitan sigan colaborando a nuestra causa.
El aprendizaje más importante que genera el Voluntariado es:
La historia del voluntariado se sitúa en la Edad Media, sin embargo, es a finales del siglo XI que se produce su institucionalización, surgiendo las primeras fundaciones hospitalarias como fruto de iniciativas particulares.
En la primera mitad del siglo XIII la caridad es realizada de modo predominante por los ciudadanos.
En el siglo XVII el control de la Iglesia católica en materia de beneficencia era casi total, aparecen una gran cantidad de centros hospitalarios y de beneficencia. Sin embargo, en el siglo XVIII, la asistencia se concibe como un asunto político, por lo que en el siglo XIX, es considerado un tema social y se consolida como un problema de Estado.
Otro hecho trascendental que marca la evolución del voluntariado en el mundo fue en la segunda mitad del siglo XIX (24 de Junio de 1859) en Solferino, al norte de Italia, donde se libró una batalla entre franceses e italianos contra los austriacos que ocupaban el país. Este enfrentamiento causó en pocas horas cuarenta mil víctimas entre muertos y heridos. Los servicios sanitarios del ejército eran insuficientes para atender a las combatientes lesionados, y los heridos morían en el abandono y el dolor, situación presenciada por el ciudadano suizo Henry Dunant, quien con ayuda de los habitantes de algunas localidades vecinas atendieron a las víctimas.
En México, el origen del voluntariado se sitúa en la época colonial. La Iglesia católica, mediante sus distintas órdenes religiosas fue clave. Son reconocidas las acciones emprendidas por agustinos, franciscanos y dominicos. Don Vasco de Quiroga, por ejemplo, dio impulso a la fundación de hospitales donde se atendía a los enfermos, se ayudaba a los indígenas y se les capacitaba en artes y oficios, además de catequizarlos. Más tarde, se suma el apoyo de monjas y enfermeras encargadas de cuidar enfermos y atender a la población necesitada.
A finales del Siglo XVIII, se fortaleció la idea del Estado como gestor de la economía y la salud con la intención de evitar la injerencia de la Iglesia. Derivado de esta acción, los hospitales, albergues, orfanatos, las casas de misericordia y las de cuna pasaron a manos de los ayuntamientos, con excepción de aquéllos fundados por particulares.
En el Siglo XIX surgen dos organizaciones que se expanden por toda Latinoamérica: la Sociedad de San Vicente de Paul (1845), integrada por hombres, y la Asociación de Damas de la Caridad de San Vicente de Paul (1863), integrada por mujeres. Ambas organizaciones fueron los primeros brazos de la organización francesa Dames de la Charité que se fundaron en América Latina para asistir a los pobres y fueron promovidas por miembros prominentes de la élite mexicana.
En 1892, durante la presidencia de Porfirio Díaz, su esposa: Carmen Romero Rubio, fungió como Presidenta Honoraria del Consejo Superior de la Asociación de Damas de la Caridad, que mantuvo un constante crecimiento y para 1911, en plena Revolución, su número de socias ascendió considerablemente.
En la Ciudad de México surgieron fundaciones privadas como: “la Concepción Béistegui, la Mier y Pesado, la Rafael Dondé, la Sociedad Filantrópica Mexicana” entre otras; así como los Asilos como “el Asilo de Mendigos, el Asilo Protector de la Primera Infancia, el Asilo Colón para Huérfanos, La Gota de Leche”, la Asociación de Madres Mexicanas y la Cruz Roja Mexicana; así como hospitales privados promovidos por residentes extranjeros como la Beneficencia Española en México, fundada por Francisco Prieto Neto para acoger a los ancianos e indigentes caídos en la lucha de la inmigración y que operaba en las ciudades de México, Tampico y Puebla.
Por su parte, Carmen Romero Rubio construyó la “Casa Amiga de la Obrera” en donde se proporcionaba asistencia y alimentación a los hijos de mujeres trabajadoras y con la anuencia del Presidente Díaz promovió y logró el regreso de algunas congregaciones de religiosas que habían sido expulsadas del país a mediados del XIX por el Presidente Lerdo de Tejada. Acciones caritativas similares fueron promovidas y llevadas a cabo por Sara Pérez de Madero y María Tapia de Obregón en los momentos más difíciles de las revueltas entre la Revolución y la guerra cristera.
Durante la presidencia de Portes Gil se creó la “Asociación Nacional de Protección a la Infancia”, coordinada por Carmen García de Portes Gil, para lo que se formó un Comité Pro-Infancia integrado por distinguidas damas de sociedad que se dedicaron a procurar la atención de niños huérfanos y abandonados, así como a la entrega de desayunos escolares.
En el periodo cardenista se registraron algunos cambios, entre los que destacan el dejar de considerar a la beneficencia pública como caridad, convirtiéndose en un deber del Estado, para lo cual se creó la Secretaría de la Asistencia Pública.
En la década de los cuarenta, al mismo tiempo que se crearon las instituciones de investigación del sector salud, se fomentó la participación del voluntariado, tanto en los hospitales públicos como privados, en grupos conocidos como Cuerpos de Voluntarias. Estos grupos femeninos donaban tiempo para leer a los pacientes, darles apoyo moral y/o psicológico, hacer gestiones para la obtención de donativos en especie o dinero y ofrecerles actividades recreativas.
Los grupos más antiguos conocidos son: las Voluntarias del Hospital Infantil de México y del Hospital General, cuyo ejemplo se multiplicó hacia otros hospitales, como por ejemplo la Asociación de Servicio Social Voluntario del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) o el grupo de Promotoras Sociales Voluntarias del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). También los hospitales privados contaron con este tipo de auxilio, es el caso de las Damas Voluntarias del Hospital ABC (Pink Ladies).
Entre 1960 y 1995 continuaron las acciones del Estado para consolidar los servicios asistenciales coordinados por las Primeras Damas en turno. Sin embargo, María Esther Zuno de Echeverría, en 1974, promueve entre las esposas de los funcionarios su participación activa en la promoción social para ayudar a las familias de escasos recursos, integrándose de esta forma el Departamento de Grupos Voluntarios dentro del Instituto Mexicano de Protección a la Infancia.
Posteriormente, en 1977, se creó el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) y el organismo público descentralizado Patronato Nacional de Promotores Voluntarios (PNPV) y las Unidades de Promoción Voluntaria en cada dependencia gubernamental.
El Patronato Nacional de Promotores Voluntarios (PNPV) fue promovido por la Primera Dama en turno, quien congregaba a voluntarias —esposas de funcionarios— para que participaran en actividades como el mejoramiento del nivel de vida de las comunidades marginadas, de orientación nutricional, la organización del gasto familiar, la protección del medio ambiente y educación para adultos.
A mediados de los años noventa, surgieron nuevas organizaciones en ámbitos de acción diversos y se impulsó la necesidad de que se formalizaran como una manera de poder obtener recursos de programas estatales o de fundaciones internacionales y nacionales.
Los grupos donde participa el mayor número de voluntarias es el sector salud, que desde el siglo XVI ha sido el más atendido y donde la caridad cristiana ha estado presente.